lunes, 8 de febrero de 2010


Los Papas y los ritos orientales




Allen Maloof











En algunas ocasiones, se piensa erróneamente que el Papa, como obispo de Roma y Patriarca de Occidente (usando el rito latino), tiene poca consideración por los ritos orientales. Sin embargo, el Pontífice Universal se preocupa del mundo, y el Oriente, con sus ritos, es una parte importante de ese mundo. Las palabras y las acciones del Pontífice, en su mayor parte, ilustran el gran cuidado que los Papas tienen por estos venerables ritos.

Los primeros Papas y la Iglesia primitiva.

Varios de los Papas provenían del Cercano Oriente. Esto es comprensible cuando consideramos que la cuenca del Mediterráneo formó un núcleo histórico impregnado de cultura griega y siria, especialmente en Sicilia y partes de Italia y España. El griego fue usado en Roma en la mayoría de los documentos litúrgicos de los siglos segundo y tercero. Las primeras controversias teológicas requirieron Papas familiarizados con el Oriente, tanto desde un punto de vista político como religioso. De hecho, en el tiempo de estos pontífices, el Patriarcado de Occidente incluía a varios obispados orientales en Sicilia y Grecia.

Los Papas griegos fueron: Cleto (91), Telésforo (139), Higinio (142), Eleuterio (192), Antero (235), Sixto II (258), Eusebio (310), Zósimo (418), Teodoro I (649), Agatón (681), León II (683), Juan VI (705), Juan VII (707), y Zacarías (752).

Los Papas sirios fueron: Evaristo (107), Aniceto (168), Juan V (687), Sergio I (701), Sisinio (708), Constantino I (715), y Gregorio III (732). Daré unos breves esbozos biográficos de Papas orientales de entre aquellos que se distinguieron en el gobierno de la Iglesia Universal.

San Aniceto (155-166) fue habitante de Hims, Siria, y muy probablemente fue martirizado bajo el reinado del emperador Marco Aurelio. Es particularmente conocido por sus esfuerzos contra las herejías de Valentino y Marción. Fue durante su pontificado que San Policarpo, el gran obispo de Esmirna, llegó a Roma relacionado con la controversia acerca de la fecha de la Pascua. Sus reliquias están conservadas en la actualidad en la capilla del Pontificio Instituto Español y son veneradas públicamente con gran ceremonia en el día de su fiesta anual, el 17 de Abril.

Juan V (685-686), antes de su elección, fue representante del Papa en Constantinopla. Fue un conciliador y obtuvo excepción de impuestos para los dominios romanos de Sicilia y Calabria por parte del emperador de Constantinopla.

Sergio I (687-701) provenía de una familia siria que estaba establecida en Palermo, Sicilia. León II lo designó titular de la iglesia de Santa Susana (de cuya restauración fue responsable). Defendió las prerrogativas de San Pedro contra el emperador bizantino Justiniano II. Como Papa, alentó la obra misionera en Francia, Inglaterra e Irlanda (fue él quien bautizó al rey de Wessex, Caedwalla). Introdujo en la liturgia latina el Agnus Dei al momento de la fracción del pan; también solemnizó la celebración de las cuatro principales fiestas de la Santísima Virgen: la Natividad, la Purificación, la Anunciación y la Dormición.

Juan VII (705-707) fue un protector de las artes, responsable de los primitivos mosaicos de la basílica de San Pedro y de los frescos de Santa María Antiqua, los más refinados ejemplos existentes del arte de su tiempo.

Constantino I (708-715) fue un campeón de los derechos papales contra la tiranía de los emperadores bizantinos y contra la herejía monotelita, que enseñaba que había sólo una voluntad en Cristo. Fue el primero en vestir la tiara de origen oriental. Muy posiblemente el epigonation griego de forma romboidal fue adoptado en ese tiempo. Sólo el Papa lo vestía entre los obispos occidentales.

Gregorio III (731-741) fue un monje benedictino de origen sirio, conocido por sus dotes lingüísticas y su sutil sentido del humor. Gran Papa misionero, organizó la estructura religiosa de Alemania bajo San Bonifacio como metropolitano. En el año 732, condenó la herejía iconoclasta y proclamó su veneración por las sagradas imágenes y reliquias por medio de la construcción de un bello oratorio, dedicado a todos los Santos, en Roma. Fue quien obtuvo la soberanía política de Roma (con él como gobernante temporal) de Pepino el Breve. Esta soberanía existió hasta 1870.

Zacarías (741-752) fue el ultimo pero no el menos importante de los grandes Papas orientales. Fue un hombre sereno y humilde de gran diplomacia y administración. Consumado lingüista, tradujo al griego los Diálogos de San Gregorio el Grande. También fue un mediador con el emperador y favoreció la obra de San Bonifacio en la conversión definitiva de Alemania.


Relaciones papales con Oriente.

En 862, el Papa Nicolás I (858-867) escribió a Focio, Patriarca de Constantinopla, asegurándole que no había objeción acerca de la variedad de ritos. El Papa León IX (1048-1054) en su controversia con Miguel Cerulario (luego del cisma definitivo del año 1053) afirmó: “Dado que, tanto dentro como fuera de Roma, muchos monasterios e iglesias de los griegos están establecidas, ninguna de ellas ha sido turbada o estorbada en la tradición de sus padres, o en sus costumbres; sino por el contrario, son aconsejados y estimulados a seguirlas”.

Los Papas Honorio III (1216-1227), Nicolás III (1277-1280), León X (1513-1521), y Clemente VII (1523-1524) escribieron en igual sentido. Gregorio XIII (1572-1585) fundó el Colegio Griego en Roma en 1576. Benedicto XIV (1740-1758) en su encíclica Demandatum coelitus, al mismo tiempo que en sus otras dos encíclicas Etsi pastoralis y Allatae sunt, insistió acerca de mantener la pureza de los ritos.


Los Papas modernos y los ritos orientales.

El Papa León XIII en su carta apostólica Orientalium dignitas, publicada el 30 de Noviembre de 1894, declaró:

El mantenimiento de los ritos orientales es de más importancia de lo que puede ser imaginado. La augusta antigüedad, que confiere dignidad a estos diversos ritos es un ornamento de toda la Iglesia y un testimonio de la divina unidad de la fe católica. Quizás nada, de hecho, demuestra mejor la nota de catolicidad en la Iglesia de Dios que el singular homenaje ofrecido por estas ceremonias que varían en forma, celebradas en lenguas venerables por su antigüedad, y que son aún más sagradas por el uso que han hecho de ellas los Apóstoles y los Padres de la Iglesia.

El décimo quinto centenario de uno de las más grandes doctores del Oriente, San Juan Crisóstomo (407-1907), fue la ocasión para una solemne Misa pontifical en el rito bizantino, que tuvo lugar en el Vaticano el 12 de febrero de 1908, bajo la presidencia del Papa Pío X. En su carta promulgando esta celebración el Soberano Pontífice escribió el 22 de Julio de 1907: “Que los orientales separados de Nos vean y entiendan en qué gran y profunda estima tenemos a todos los ritos por igual”.

El Papa Benedicto XV sostuvo en su encíclica Dei providentis, del 11 de Mayo de 1917: “La Iglesia de Jesucristo no es latina, ni griega, ni eslava, sino católica; consecuentemente no hace diferencia entre sus hijos, y griegos, eslavos y miembros de demás naciones son iguales a los ojos de la Sede Apostólica”.

S.S Pío XI, el 12 de Noviembre de 1923, en su encíclica Ecclesiam Dei, publicada en ocasión del tercer centenario de San Josafat, glorioso mártir de la unidad católica, dijo: “Pues veremos a todos los pueblos, unidos de este modo, cualquiera sea su raza, lengua o liturgia. La Iglesia romana siempre ha respetado y mantenido escrupulosamente la variedad de ritos, y ha insistido en todo tiempo en su preservación”.

El mismo Pontífice, llamado el Papa del Oriente, en su encíclica Rerum orientalium, publicada el 8 de Septiembre de 1928, instó a obispos y superiores religiosos a facilitar en todos los colegios y seminarios el estudio de las cuestiones orientales, y en particular, de los ritos orientales. He aquí sus palabras:

Dirigiendo las mentes y los corazones de los estudiantes hacia las doctrinas y los ritos de los Orientales, un beneficio no pequeño es de esperarse para la Iglesia, no sólo para provecho de los orientales sino también del mismo clero occidental. Este último podrá, de hecho, obtener un conocimiento más adecuado de la teología católica y de las disciplinas teológicas latinas, mientras concibe un amor más ardiente por la verdadera Esposa de Cristo, cuya encantadora belleza y unidad en la diversidad de ritos, brillará en adelante más claramente a sus ojos.

El Papa Pío XII tomó un hondo y permanente interés en el pueblo ruteno. El 21 de Mayo de 1939, bajo su dirección, un solemne triduum que comenzó en Roma fue concluido en la Basílica Vaticana con ceremonias de acuerdo a su propio rito, en celebración del 950º aniversario del bautismo de San Vladimir, el gran gobernante ruteno.

Todos y cada uno de los pueblos de rito oriental —escribía S.S. Pío XII en su encíclica Orientalis Ecclesiae, del 9 de Abril de 1944— deben tener su propia legítima libertad en todo aquello que depende de su historia, genio y carácter, salvando siempre la verdad e integridad de la doctrina de Jesucristo... Nunca deberán ser forzados a abandonar sus propios legítimos ritos o a cambiar sus venerables o tradicionales costumbres por los ritos o costumbres latinas. Todos ellos han de ser tenidos en igual estima y honor, porque adornan a la Iglesia, Madre Común, con una vestidura real de muchos colores. Efectivamente, esta variedad de ritos y costumbres, preservando inviolable lo que es más antiguo y más valioso en cada uno, no presenta obstáculo a una verdadera y genuina unidad.

El Papa Benedicto XV, luego de una larga y cuidadosa consulta, estableció la Sagrada Congregación Pro Ecclesia Orientali en 1917. De acuerdo a su nueva constitución, el mismo Supremo Pontífice sería su Prefecto, indicando la gran importancia que la Santa Sede concede a este organismo. También aumentó su autoridad para coordinar y dirigir los asuntos concernientes a los católicos orientales, concentrando en ella los poderes de todas las demás Sagradas Congregaciones, excepto los del Santo Oficio.

En 1938, el Papa Pío XI clarificó su autoridad territorial, dándole poder exclusivo sobre todos los católicos de cualquier rito (incluyendo el rito latino) en los siguientes países: Egipto y Sinaí, Eritrea y norte de Etiopía, sur de Albania, Bulgaria, Chipre, Grecia y el Dodecaneso, Irán, Irak, Líbano, Palestina, Siria, Transjordania, y Turquía. Fuera de estos países tiene jurisdicción sobre toda las diócesis, parroquias, misiones y personas de rito oriental en todo lugar del mundo. Problemas de naturaleza inter-ritual (v.g. cambio de rito) son también materia de esta congregación.

En 1917, el Papa Benedicto XV creó asimismo un instituto de altos estudios orientales. Su plan de estudios de tres años comprendía los campos de la teología comparada, derecho canónico oriental, liturgia, historia, arqueología, idioma, literatura, y etnología. Estudiantes ortodoxos son animados a tomar cursos. En 1922, su dirección fue dada a los jesuitas y, junto con el Pontificio Instituto Bíblico, constituye la Pontificia Universidad Gregoriana. Su biblioteca es una de las más importantes en el mundo. Publica dos revistas científicas: Orientalia Christiana Periodica, de publicación trimestral, y Orientalia Christiana Analecta, publicación anual reservada para estudios más extensos. Es el deseo de los Papas que haya estudiantes en toda diócesis especializándose en cuestiones orientales. Tales expertos podrían enseñar en instituciones católicas o de otro modo estar activos en el siempre amplio campo de la unión.

El Papa Juan XXIII, en el curso de su largo servicio como representante de la Santa Sede en Bulgaria, Turquía y Grecia llegó a estar bien familiarizado con los católicos y ortodoxos de rito oriental y con sus problemas. Su conocimiento en este dominio fue personal y de primera mano.

Angelo Giuseppe Roncalli, nombrado Visitador Apostólico de las comunidades católicas de Bulgaria (con 40.000 fieles de rito latino y 4.000 de rito bizantino), llegó a Sofía el 25 de Abril de 1925. El ochenta y cinco por ciento de los cristianos en la nación pertenecían a la fe ortodoxa. Inmediatamente se adaptó a la cultura del país, aprendiendo lo que pudo de su historia, costumbres, tradiciones, e incluso su lengua. Estudió el alfabeto cirílico y la lengua eslava y en 1927 fue capaz de pronunciar parte de su sermón de Navidad en búlgaro. Durante su permanencia se distinguió por su obra caritativa durante la crisis económica. Su dulzura y bondad hicieron mucho para fortalecer la posición de la Iglesia Católica en medio de una sociedad ortodoxa.

Nombrado Delegado Apostólico de Turquía y Grecia en 1934, el Arzobispo Roncalli profundizó su conocimiento de los ritos orientales de dichas naciones y el amor por su gente. El estudio del Oriente cristiano y la causa del cisma fueron sus más constantes preocupaciones por casi veinte años. En el invierno de 1942, como resultado de las condiciones de guerra, la hambruna devastó Grecia. Está estimado que 300.000 personas murieron de desnutrición y enfermedad en 16 meses, con 1.000 muriendo diariamente sólo en Atenas. El arzobispo Roncalli se hizo cargo de la obra de ayuda promovida por la Santa Sede. Visitó hospitales, prisiones, campos de concentración, centros militares, organizando y asistiendo a todos aquellos en necesidad. Esta obra de caridad ganó los corazones del pueblo griego. El arzobispo católico pudo incluso tomar parte, permaneciendo al lado del arzobispo ortodoxo, en la ceremonia señalando el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945.

En el Concilio Vaticano II, el Papa Juan hizo un llamamiento especialmente a la unidad y a las Iglesias Orientales. Evocó la memoria del cardenal Bessarion, el campeón de la unidad en el Concilio de Florencia (1439). Puso al Concilio bajo el patrocinio y protección de los grandes Doctores de la Iglesia: San Gregorio Nacianceno, San Juan Crisóstomo (cuyas reliquias están depositadas en San Pedro, Roma), y San Gregorio el Grande. Diversos problemas, nuevos y viejos, relacionados con católicos y ortodoxos de rito oriental serían discutidos y resueltos en este concilio.


Publicado en The American Ecclesiastical Review, Washington, The Catholic University of America Press, Octubre de 1963, págs. 252-258. Traducción del inglés del Dr. Martín E. Peñalva.

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